Dejo escapar un leve gemido.
Tengo miedo de no poder controlarme,
el placer me invade en oleadas cada vez más fuertes. Me muerdo el labio
inferior. Hay poca gente en el cine ya que es lunes en la tarde. G esperó a que
la peli arrancara y se puso en cuclillas frente a mí. Me bajó las bragas y me
separó lentamente las piernas. Sus manazas se sienten calientes al igual que su
lengua incansable que moja lo ya mojado, excita lo que está a punto de reventar
y su melena rubia sube y baja, baja y sube causándome un cosquilleo que choca
con las ganas de venirme ya. Me vengo, es imparable, enorme, caliente,
brillante, fe-no-me-nal, un orgasmo de puta madre, el grito coge fuerzas desde
el fondo de mi vientre y sale a decibelio puro como una bala auditiva que
desgarra el silencio cinematográfico que nos envuelve. Los pocos asistentes
giran sus cabezas desconcertados. Entra corriendo uno de los chicos del cine
linterna en mano. G se sienta a mi lado como si nada, se acomoda la melena
hacia atrás mientras termina de sorber en sus labios mi desvergüenza hecha
jugo.
¿Pasa algo? , dice el chico alumbrándonos. Nada, contesta G. El chico
sigue alumbrando. Es entonces cuando me bajo la falda.